Anacronismos pedagógicos
Durante años, hemos entendido la educación como el recurso imprescindible
para la evolución social y la mejoría de la calidad de vida de las
generaciones.
En estos tiempos, hemos visto como en nuestro país se ha avanzado en materia
educativa de manera extraordinaria primero para erradicar el analfabetismo en
este país, después para considerar la educación como un derecho y por ultimo
para poner el sistema educativo español a niveles de los mejores de la OCDE.
Durante este tiempo, he escuchado a un número importante de estudiosos de la
educación lamentarse sobre que las innovaciones educativas tardaban décadas en
que se incorporasen al aula, y para cuando se implantaban ya estaban
anticuadas. En este siglo, la evolución social y comunicativa y la educativa ha
sido como ver una carrera entre un tractor y un formula 1.
Una Ley regresiva y segregadora, al tiempo que un buen caldo de cultivo
para que el negocio educativo priorice a la adaptación real de los modelos
educativos y de enseñanza aprendizaje a las realidades que viven los niños
hacen que vuelvan a tener relevancia una serie de anacronismos educativos.
Me estoy refiriendo a las revalidas, y los deberes. Estos, con los libros
de texto, la segregación sutil que generan programas bilingües mal aplicados,
en el que los “listos” van al curso bilingüe y los “tontos” al refuerzo
educativo, son caras del poliedro educativo que conocemos por LOMCE.
No creo en la LOMCE, ni en lo que representa, ni en la segregación – por
mucho que lo disfracen de bilingüismo- ni en las revalidas, y por supuesto,
tampoco en los deberes. Los deberes, tal y como se plantean son más bien
obligaciones, obligaciones de que los niños se sientan oprimidos durante toda
la jornada, obligaciones para las familias a hacer lo que el maestro diga, y
obligaciones a seguir un patrón social que en este siglo está más que superado.
Como director novel, y conocedor del funcionamiento de muchos centros, por
mi anterior trayectoria sindical, creo más interesante dotar a nuestros niños
de estrategias para que gestionen su tiempo. Que se racionalicen las horas de
trabajo escolar, y hacer que los niños cuando salgan de los colegios se vayan
con el anhelo de volver al día siguiente; y no con una mochila cargada de
libros que les va generando problemas de espalda, con unos deberes, que a saber
cuánto tiempo más les durará hacerlos en casa y hartazgo de lo que representa
esa escuela.
Debemos emplear el tiempo escolar de manera efectiva, innovar, explicar lo
que hacemos a la comunidad escolar, motivar a nuestros alumnos y sobre todo
respetar los tiempos de los niños, tanto para sus actividades educativas,
extraescolares como de ocio. Esto es educar en el respeto, lo que no está
reñido con la creación de hábitos de estudio y rutinas de trabajo.
Debemos ser capaces de llevar a las aulas la educación en la que creemos,
por ello me asombra ver como los que hemos peleado y peleamos contra la LOMCE y
todas sus caras, en algunos casos justifican alguna de ella como los deberes,
como apuestan por las becas para libros y no por la dotación de materiales
modernos en las aulas o cuestionan modelos educativos de centros públicos
cuando si lo plantean los Jesuitas lo aplauden.
Publicado en @ElDiario.escan
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