Copenhague: el objetivo es que el clima se vaya a la mierda más despacio
Ya lleva unos días en Copenhague la cumbre contra el cambio climático que, por lo dicen los climatólogos, no detendrá el desastre pero nos preparará para el choque.
La conferencia se ha visto arropada por no pocos discursos de carácter épico («Estas son las conversaciones más difíciles en las que se ha embarcado la humanidad», dijo el ministro noruego de Medio Ambiente), y ahora falta que se vea culminada por hechos, por ejemplo: un compromiso realista de reducir las emisiones de CO2, principales culpables del efecto invernadero.
Muchos ojos están puestos ahora en Barack Obama, la esperanza negra, con la expectativa de que su intervención en una cumbre de esta índole en representación de Estados Unidos (potencia más bien indispensable para cualquier acuerdo decente, y que hasta ahora ha sudado mucho de arrimar el hombro) despierte la conciencia ecológica de sus fans en otros gobiernos y aporte algo de optimismo a la cumbre en general. SI tal cosa ocurre, a partir de entonces creer en Barack ya no será un acto de fe ciega, como lo ha sido el último año.
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